Desde que eras pequeña aprendiste a valorarte no por quién eras sino por lo que hacías. En esa carrera constante por buscar la perfección, te encontrabas a tus padres y profesores comparándote, para empezar con tus hermanos. Que si saca mejores notas que tu, que si termina los deberes antes…¿Y qué? Pues que te sentías fatal y esa sensación solo ha ido en aumento.
No lo hacían con mala intención pero los resultados, en ocasiones, eran nefastos. Tanto compararte con otros empezaste a medir tu valía por lo que hacías mejor que otros. En consecuencia, cuando no sabes hacer algo que otra persona si o bien lo haces peor, empieza el calvario. Llega hasta tal punto la situación, que prefieres no hacer a no cumplir tus expectativas.
Tienes que saber que tu cerebro está programado para buscar los peligros porque entiende que esa es la única forma de sobrevivir. Por eso si te comparas, no lo haces con los que saben menos o lo hacen peor, siempre con los que consideras mejores. Pero sólo se trata de un comportamiento aprendido, como el resto de lo que te lastra y puedes cambiarlo.

Para superarlo, es importante que aprendas a analizar que quizá esa persona tenga unas capacidades innatas que tú no tienes (tú tienes otras igual de especiales). O que, mientras tu estás en la playa otros estan entrenando, ensayando o estudiando. Puedes ser lo que quieras en la vida, solo debes proponertelo y ser realista al trazar el plan.
Busca ayuda y esfuérzate por conseguirlo enfocandote en todo lo que te va a acercar a tu sueño. Cuando lo consigas, que lo harás, siempre que no tires la toalla, disfrútalo y hazlo a lo grande. Porque aquello en lo que te enfocas se expande y mereces disfrutar de tus logros.
Deja una respuesta